Centro de Yoga Arcadia
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Hay quien busca el Yoga en el extranjero, en la India, en el Himalaya o en lugares fascinantes... Lo cierto es que no hace falta irse tan lejos. Quédate donde estás, pues el viaje empieza en ti y la búsqueda culmina en ti. Nada hallarás fuera de ti que no se encuentre dentro de ti.




PODCAST DEL CENTRO DE YOGA ARCADIA


Inauguramos hoy esta nueva modalidad de transmitir el conocimiento del yoga, a través de podcast o archivos de audio en MP3 para que puedas escucharlos desde un reproductor o teléfono móvil, en cualquier momento del día.



Utilizaremos la plataforma IVOOX para colgar los audios, así como para que podáis suscribiros al canal RSS para estar al día con todas las actualizaciones. Para empezar tenéis un primer audio de 46 minutos en el que se explica qué es el yoga, su historia y evolución así como una descripción general del raja yoga de Patanjali.

De este modo ya disponemos de tres modos de difusión: escrito (posts), en video (Youtube) y ahora en audio (podcast).

LA FELICIDAD


¿Qué es lo que queremos conseguir en esta vida? ¿Cuál es nuestra aspiración? ¿Qué nos empuja a emprender acciones para mejorar? ¿Qué es lo que buscamos?

Ya os lo digo yo: la felicidad.


La felicidad


Todos los seres humanos (salvo algún depravado, que también los hay), lo sepamos o no, tratamos de dirigir el barco de nuestra vida hacia un puerto llamado felicidad. Otra cosa es que lo consigamos o no, pero esa es la aspiración material del ser humano. Otro día ya hablaremos de la meta del alma, que es la Realización.

Así, todas nuestras acciones llevan como aspiración el ser felices algún día. Por eso buscamos un oficio, un empleo, un hogar, una pareja, una familia, unas amistades, unas comodidades materiales..., para intentar ser felices; y digo "intentar" expresamente.

El deseo impulsa nuestras acciones, y nos hace apegarnos y buscar aquellas situaciones que nos producen bienestar, y nos hace alejarnos de aquellas que nos producen dolor e inseguridad. El deseo no es malo, siempre y cuando esté bien dirigido y no condicione nuestra mente.

En esta sociedad de consumo en la que vivimos, totalmente superficial, y manipulada hasta el extremo por las élites que dirigen el mundo, lo que impera es la ley del deseo. Perseguimos el objeto de nuestro deseo, cual conejos tras una zanahoria, ciegos y alentados por los demagogos que impulsan nuestra acción.

Constantemente nos bombardean a través de los medios de comunicación con mensajes subliminales y no tan subliminales, que unidos a la inherente naturaleza pasional del ser humano, hacen que nuestra vida sólo tenga sentido si conseguimos bienes materiales y afectivos, acorde a los cánones de la sociedad. Sólo soy feliz si tengo; sólo estoy bien si consigo satisfacer mis deseos. He aquí la trampa; he aquí el camino directo hacia la infelicidad.

Un deseo sólo tiene tres salidas posibles:

1. Que sea satisfecho.

2. Que sea parcialmente satisfecho.

3. Que no sea satisfecho.



En el primer caso logramos una "felicidad transitoria", un estado de euforia y satisfacción, que pronto se ve apagado, pues la naturaleza del deseo es desear; y cuando un deseo es satisfecho, este se reemplaza por otro. Si deseaba un deportivo rojo, y lo consigo, al poco tiempo comenzaré a desear un barco amarrado en el puerto. Si deseo un piso, y lo consigo, al poco desearé una casa en el campo. "Y hasta que no lo consiga no seré feliz"; y de hecho, por esta vía nunca seremos felices, pues siempre habrá algún deseo que satisfacer.

Si el deseo es parcialmente satisfecho, queda un sabor agridulce: "Bueno, podría ser mejor...". "Sí, no está mal...". "Quería un deportivo rojo, pero he conseguido un utilitario azul". "Quería un piso de propiedad, pero sólo he logrado un piso de alquiler". "Quería la pareja perfecta... pero...". El camino de los deseos parcialmente satisfechos lleva directo a la insatisfacción.

Y por último, están los deseos no satisfechos, en los cuales no conseguimos nada de aquello que deseamos, y por consiguiente, surge la frustración.

Esto es lo que nos vende la sociedad: deseos, deseos y deseos... "Y sólo serás feliz cuando obtengas lo que deseas". ¿Veis dónde lleva el camino del deseo? En los tres casos, inexorablemente, lleva hacia el sufrimiento.

¿Cómo ser felices entonces? ¿Qué hacer para hallar la tan ansiada felicidad? Vivir el momento presente. Desear lo que la vida te ofrece en cada momento, esa es la clave. No lo que te gustaría, sino lo que la vida te va poniendo delante en cada momento. ¿No te gusta? Pues se inteligente, domina tu deseo, y haz que te guste. Eso no significa que haya que ser conformista y no luchar por algo mejor, en absoluto; simplemente se trata de vivir con la menor insatisfacción y frustración posibles, y para ello es imprescindible dominar nuestro deseo en cierta medida.

¿Cual es el requisito imprescindible para lograr esto? La paz interior. Allí donde hay paz interna, las mareas del deseo no tienen poder. La paz interior nos permite tomar las riendas de nuestra vida, el timón de nuestro barco, y dirigirlo hacia el puerto de la felicidad, no sin pasar adversidades, que nadie se engañe. No es fácil este camino. Después de la paz interior, ha de venir la claridad mental, ese estado de visión transcendente que hace ver las cosas en su conjunto, y darle a cada cuestión la importancia que merece.

¿Cómo lograr paz interior?
Hay muchas formas, pero evidentemente voy a recomendar la práctica del yoga. El yoga nos permite construir los cimientos para que esa paz se de, y posteriormente se pueda asentar esa claridad mental, ese discernimiento que será la clave para llegar a esa tan deseada meta llamada felicidad.


"Cuando los Dioses quieren castigar a los hombres,
les conceden todos sus deseos"

Rig Veda

LA LECCIÓN DE LA NATA MONTADA


El otro día cogí una receta por Internet para hacer una tarta de queso. Conseguí todos los ingredientes y me puse a hacerla; la dificultad llego en la parte en que tocaba montar la nata y no había caído en la cuenta de que no tenía batidora eléctrica. Así que cogí un tenedor y me puse a batirla a mano.

Nata montada

Pasaban los minutos y todo seguía igual: la nata líquida en el bol sin un pequeño indicio de montarse. Seguí batiendo con fuerza, porque sabía de oídas que la nata se montaba así, batiéndola, pero a medida que pasaban los minutos mis manos y antebrazos se iban cansando y la duda comenzaba a fraguar en mí. “!Esto es imposible, la nata no se puede montar así!”, pensé; pero tengo que montarla porque si no tendré que tirar todos los demás ingredientes y quedarme sin tarta de queso.

Pasaron más minutos, sentía dolor físico acuciado en manos y antebrazos, la duda, el pesimismo y la desesperación ya campaban a sus anchas por todo mi ser. “Me han engañado, la nata no se puede montar con un tenedor”, pensaba, pero mi voluntad y mi fe en que lo lograría me hicieron no desistir y seguir adelante, a pesar de no haber ni un sólo indicio de que la nata se estuviera montando.

Seguí y seguí... Pasados algo más de diez minutos, ¡oh, milagro!, la nata se empezó a montar y apenas un minuto después de ese hecho ya estaba totalmente montada. Una sonrisa de satisfacción borró el dolor de mi mano, continué haciendo la tarta y después me la comí. Deliciosa.

Lección de la nata:

Si queremos que se transforme, de líquida a sólida (un cambio a mejor), tenemos que trabajarla el tiempo necesario. No hay magia, sólo ciencia. La nata se monta debido a que al batirla, las moléculas de grasa se combinan con el aire en una reacción química y aumenta el volumen varias veces, dándole ese aspecto y esa textura característica de la nata montada. Eso requiere tiempo y trabajo; no hay más secretos. Si no la batimos con la suficiente intensidad o el suficiente tiempo, no se monta.


Vamos a suponer que la nata necesita 12 minutos de batido ininterrumpido a unas revoluciones moderadas. Si estamos menos tiempo no se monta. Si batimos a menos revoluciones no se monta. Si batimos a las revoluciones adecuadas durante 10 minutos, nos cansamos, y al cabo de otros diez minutos batimos 2 minutos más, no se monta.

Yoga sadhana

¿Qué tiene que ver esto con el yoga? Pues lo mismo: el yoga nos transforma. El yoga transforma nuestro cuerpo y nuestra psique (para bien) con una práctica constante y con tiempo. Hay gente que comienza la practica y se cansa pronto; hay gente que practica un tiempo pero no con la suficiente intensidad; hay gente que desiste justo un poco antes de que “comience a montarse la nata”. Después, toda esta gente dice que el yoga no funciona, que sus beneficios son una mentira o algo inventado. Lo mismo sucede con la meditación, nos sentamos durante días, meses o años a meditar y nada pasa, todo sigue igual que siempre, la “nata sigue líquida en el recipiente”, entonces desistimos y decimos que no funciona. Hay que seguir siempre hasta el final, pues cada ingrediente de la vida, tienen un punto diferente de “montado”.

Hemos dicho que todo proceso de montado requiere de trabajo y de tiempo, de esfuerzo y de paciencia, pero también hace falta otro ingrediente: fe. Fe en que se va a transformar, fe en que va a suceder, fe en el éxito. Los cinco sentidos no nos dan ningún indicio, la lógica dice que nada tiene por que pasar, pero sin embargo los sabios nos han dicho que sí que pasa, que la nata líquida se transforma en sólida, dando un sabor mucho mayor a la materia. A veces les creemos, a veces no.

Los cocineros, los chefs y los que alguna vez han montado la nata con un tenedor nos dicen que es posible hacerlo. Los maestros nos dicen que la práctica del yoga transforma al hombre. Si tenemos el conocimiento de esto, sólo nos falta incorporarle el deseo y la acción.

Primero se necesita el conocimiento, de que algo se puede hacer, después viene el deseo y la voluntad de hacerlo; pero eso no se materializa hasta que la acción, aliada con otro ingrediente fundamental, el tiempo, logran realizarlo.

Decía Vivekananda, un gran maestro de yoga, que "12 segundos de concentración llevan a la meditación". Mantener 12 segundos la concentración es 12 veces más difícil que batir la nata 12 minutos seguidos con un tenedor, pero el proceso de transformación es el mismo.

Conocimiento, deseo, acción y tiempo, nada más necesitas para montar la nata...

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